4.Tic-tac
El
sutil parpadeo de las farolas alojadas en las penumbrosas calles de una
resquebrajada Sevilla propició la creación o el surgimiento de un pesadillesco
paisaje. El leve titubeo de los grillos acomodados entre el follaje
intempestivo bajo aquellas ventanas capaces de oír y escuchar los más íntimos
secretos de cada hogar se habían
pronunciado de la forma más inoportuna posible.
La
recurrencia diaria e interminable de
esos sonoros petardos explotados en los
barrancos de lodo simulaban la finalización de la guerra, o eso decía mi madre.
Tras la famosa y conocida Guerra Civil, todos los miembros y componentes del
bando militar franquista inauguraron esta repetitiva e incesante tradición en
recuerdo de los múltiples compañeros que cayeron en combate.
La
espesa oscuridad de la noche me englobaba en su pegajosa y exhausta tela de
araña. El firmamento constituía el gran decorado de fondo coronado por el
todopoderoso faro de la luna. El interminable tic-tac, banda sonora de nuestra
vida y de mi habitación, comenzó a ralentizarse mientras que los nervios
empezaron a aflorar. Pues eran las tres
de la madrugada y de mi plan aún no se sabía prácticamente nada.
El
febril y atónito corazón malherido de un
simple niño comenzó a palpitar de un modo más acelerado. Las empapadas y
sudorosas manos, símbolo inequívoco de temor y terror, se deslizaban por la
resbaladiza mesa y el humeante papel.
Los
ojos somnolientos de un soñador no lograban divisar el puerto de las ideas. El
cerebro debía cumplir una compleja función de albañilería para construir un
sencillo plan en base a las escasas y estrechas pistas facilitadas por la tímida lengua de una linda
flor asediada por un cúmulo de espinas. Espinas que serían arrancadas de cuajo
por un valeroso jardinero.
“Debo
concentrarme. De mí depende que ese apestoso malhechor siga perturbando las
calles de esta buena ciudad. Se lo debo a Sevilla pero también a Rosalinda.”
Pensé.
Cuando
las diminutas pestañas de mis ojos comenzaron a despegarse, el sol ya lideraba
el tenebroso y nublado cielo. Siempre he pensado que el sol y la luna son
víctimas de una trágica historia de amor en la que su espera dura días, meses e
incluso años para cruzarse, durante solo unos minutos, en una preciosa y
fantástica unión. Es el vínculo entre la ardiente pasión y el frío corazón que,
juntos, forman un templado amor.
Todos
los papeles y dibujos que había estado elaborando la noche anterior aparecieron desperdigados
por todo el escritorio. Incluso, pegados en mi amplia y despejada frente. En
ese momento, el timbre sonó. Unas sólidas y solemnes voces de ultratumba
saludaron a mi madre. Buscaban algo o a alguien. Entre eternas palabras
cruzadas distinguí tres palabras: “Su hijo Juanfran”.
En
ese instante fui en busca de mi lúcido y brillante hermano quien estaba, otra
vez, hablando de mi madre con Tomás.
-Ya
está… Al fin lo tenemos. ¿Cómo nos íbamos a imaginar que esa misteriosa persona
era el padre de nuestro hermano?-preguntó Juanfran mirando al aun dormido
Tomás.
-Si
si…- respondió Tomás-.
-
Esta misma tarde hablaré con mamá y le pediré que me cuente la verdad. Cómo
pasó, dónde y por qué. Si se enterasen las autoridades de lo que ha sucedido le
quitarían el título a ese imbécil- añadió el enfurecido Juanfran-.
-
Si si…-volvió a responder Tomás quien probablemente estuviera cogiendo setas en
uno de sus grandes sueños-.
-
¿Cazurro, me estás escuchando? No entiendo cómo puedes estar así de tranquilo
sabiendo que tu padre es…- dijo Juanfran quien no pudo completar su
intervención ya que una estruendosa voz lo llamó-.
Cuando
escuché a mamá llamar al ya adolescente Juanfran pensé que una lluvia de
chancletazos caería sobre su horrible bigote. Bajé lo más rápido que pude y me
escondí en una especie de despensa que teníamos situada bajo la ristra de
escaleras. La conversación que presencié me absorbió el aliento y bombeó mi
temor.
-Hijo
siéntate… Necesito hablar contigo- pronunció mamá ante la atenta mirada de los
dos guardias civiles-.
-¿Mamá,
qué pasa? Todo lo que te hayan contado es mentira. Yo solo lo visité para hablar
con él. Simplemente se resbaló y se cayó contra el banco.
-¿Qué?
¿Qué banco dices, hijo? Mantén el pico cerrado que no es nada de eso. Tú sabes
que la valerosa persona que nos salvó de la imposición y el hambre comunista
fue el generalísimo Francisco Franco, verdad?
-preguntó mamá con una impaciente y delicada mirada-.
¿Valerosa
persona? Mamá detestaba, desde siempre, el machismo de la sociedad franquista y
nos prohibía que pronunciásemos ese nombre bajo pena de chancletazo. Juanfran
padecía una inmensa tormenta de sudor frío que se deslizaba por su pálido
semblante. Estaba tan confuso como yo. Tan aterrorizado como yo. Tan acongojado
como yo. Sus palabras debían de estar medidas pues la guardia civil no se anda
con chiquitas.
-Por
supuesto, mamá -respondió mientras la policía esperaba impaciente- Siempre ha
sido un honor para mí hablar de la figura de nuestro líder y de nuestro señor.
Es un ejemplo para todos nosotros y sus hazañas militares nunca han pasado desapercibidas
entre los miembros de esta familia.
-Entonces
te alegrará saber que vas a tener la oportunidad de devolverle el favor-
intervino el grueso policía con una maliciosa sonrisa-. Te vienes con nosotros
joven.
-
Mamá, ¿qué está diciendo este “humilde señor”?-interrogó a una mujer invadida,
asolada y, ahogada en su propio llanto-.
Los
sollozos se habían convertido en el dialecto oficial de aquella hastiada y
confusa conversación.
-Hijo
mío, escúchame. Debes irte con ellos. Has cumplido dieciséis años y te han
convocado para militar en el ejército. Ya sabes que es todo un honor, no puedes
rechazarlo- añadió mamá.
-En
realidad, señora, nosotros no hemos convocado a nadie. Siempre se realiza un “sorteo”
justo. Además, este orgulloso joven se ha presentado voluntario. ¿Verdad que
sí?-añadió el otro macilento policía.
-
¿Qué? ¡No! En mi vida he dicho nada de querer militar en ningún ejército que se
dedique a matar a personas inocentes por la simple razón de defender sus
ideales.
Desde
mi escondite, pude apreciar como el grueso soldado se acercó al oído izquierdo de
mi joven hermano y le susurró unas pocas palabras que no conseguí escuchar.
Solo sé que el gesto que se le quedó en el rostro a Juanfran era mucho peor que
el que esbozaba al tener una horrible pesadilla. Tras aquellas palabras,
aquellos dardos envenenados, mi hermano cedió. “Si estuviese aquí mi padre,
otro gallo cantaría”.
Realmente,
desconocía qué era el servicio militar y cómo funcionaba pero una de las
mayores trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para
sentirlo. Aquel día reuní a la tripulación de La Rosa de los vientos para
contarles lo sucedido respecto a Rosalinda. Mi hermano era un cobarde, no
quería saber nada de él. Simplemente había renunciado a sus ideales por
sumergirse en el mundo de las balas y la destrucción. Su tic-tac iba a ser aún
más rápido que el mío.
La
Rosa de los Vientos era el símbolo de la orientación. Justo lo que nosotros
necesitábamos. Finalmente, la resolución y el veredicto de la compañía de
navegantes mugrientos y despiadados fue intervenir ante los continuos abusos
del hombre del chaleco negro a nuestra querida Rosalinda. Para ello, nuestra
decisión final fue acudir al padre Camilo José. Contadle lo sucedido y obrar en
el nombre del bien.
La
iglesia estaba situada justo en la zona central de la ciudad como si
fuera una especie de ojo de cíclope. Gozaba de un dulce estilo romántico
sobrecargado de elementos decorativos. La cruz que coronaba la cima de esa
montaña religiosa estaba bañada en oro. Se podía apreciar imponente y
resplandeciente se mirara donde se mirara. Las vidrieras parecían la mirada de
una montaña bañada por la honestidad y la humildad. Dos preciosas ventanas
redondas que compartían su perfección con la armonía de las flores de la
naturaleza.
El
poder que la iglesia poseía era inmenso. Todos los ciudadanos debían acudir a
misa y hacer sucesivas donaciones a la santa madre iglesia. El pastor de
nuestro rebaño, el padre Camilo José, fue un excombatiente de la Guerra Civil.
Además, gozaba de una famosísima fama por su enorme capacidad de escribir. Se
dice que un día un leproso se acercó a su iglesia para reclamar solidaridad y
misericordia. Se trataba de un hombre poco afortunado ya que no disponía ni de
casa ni de familia. No obstante, el padre Camilo José lo metió para adentro y
le dejó su cama hasta un total de cinco días. Ese hombre era la reencarnación
del bien. Su dulce pero ronca voz lo convertían en un sacerdote ejemplar. Por
estos motivos, pensamos que si nos confesábamos y le contábamos lo sucedido,
todo se arreglaría. Y así sucedió. Le contamos todo lo referido a Rosalinda .Todos
aquellos famosos rumores divagados por el pueblo y que perseguían a aquel
alcohólico empedernido. Pero lo que más miedo le causó fue la mención de que
traficaba con una especie de pañuelos de seda.
El
sacerdote, quien extrañamente portaba una tirita en la cabeza, nos recomendó y
nos autorizó que saliésemos con un par de amigos y con él para guiarles ante la
morada de aquel misterioso malhechor que
nunca había acudido a misa. Se trataba de un hereje y un pecador según las
propias palabras del padre Camilo José. Pero toda esta búsqueda se produciría
de noche. Por tanto, debía sacar a la joven Rosalinda antes de las nueve o mi
plan se vería perturbado y atrofiado.
Finalmente,
el sacerdote nos dictó que, mejor, nos quedásemos en casa ya que ellos se ocuparían de todo. Les hablé
en especial de su lúgubre y misterioso sótano y de su horripilante olor a vodka
y a ron. Principalmente a ron. Por fin, después de tanto tiempo y tantas
heridas, Rosalinda iba a poder gozar de la pomada de la libertad. No obstante,
no podía olvidar la idea de que ese hermano traidor nos haya abandonado.
Supongo que las mentiras tienen las patas muy cortas y el corazón muy muy
pequeño.
Para un ser pensante como tu es fácil detectar el mal negocio del intercambio de favores como moneda corriente. Me gustó el amor tibio del sol y de la luna y ahora creo que todos los amores terminan siendo así. Gran abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarLa imagen del amor entre el sol y la luna es preciosa; preciosa. La verdad, me está encantando. Estoy deseando saber qué ocurre. Consigues crear una atmósfera que envuelve el relato. Para mí resulta casi cinematográfico. A medida que voy leyéndolas escenas se desarrollan en mi cabeza; los personajes,el entorno... Fantástico!
ResponderEliminarCada vez que escucho el verbo encantar aparece un brillo en mis ojos!!
ResponderEliminarMuy interesante
ResponderEliminarque bueno
ResponderEliminarLa verdad es que has creado un ambiente estupendo. Los personajes y el protagonista, los secretos, las intrigas,... Todo genial. Sigo...
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