Ensayo sobre el uso de
la jerga bélica en el contexto futbolístico
INTRODUCCIÓN:
El
concepto de deporte siempre ha permanecido vinculado al deseo de fomentar y
fortificar tanto las condiciones físicas
como sanitarias del individuo. En teoría, su única finalidad era ésta. No
obstante, a lo largo de los siglos, el ser humano ha corrompido y perturbado
dicha finalidad. Incluso ha conseguido manipularlo y utilizarlo como
un instrumento para transmitir conceptos que persuadan a sus espectadores. Podemos
encontrar ejemplos de ello, prácticamente, a lo largo de toda la historia. Uno
de los más destacados se orienta en el nazismo alemán del siglo XX donde su führer, Adolf Hitler, empleó el
deporte para transmitir su ideal de raza aria. Es decir, sólo podían
representar a su país en la competición
aquellas personas que tuvieran los ojos
azules y el cabello rubio.
Un
ejemplo de ello aparece en la figura del afroamericano James Cleveland Owens
(Jesse Owens) durante los juegos olímpicos de Berlín en el año 1936, es decir,
en la Alemania nazi de Adolf Hitler. La intencionalidad de este dictador
residía en mostrar a todo el mundo la grandeza y el poder de la supremacía
aria. No obstante, Jesse Owens, un joven atleta de tez negra nacido en Alabama,
derrocaría todas las pretensiones hitlerianas al proclamarse ganador tras
obtener cuatro medallas de oro: El 3 de agosto en los 100metros lisos
derrotando a Ralph Metcalfe; el 4 de agosto en salto de longitud, después de
unos amables y útiles consejos de su rival alemán Luz Long ( los mandatarios
deportivos influenciados por la personalidad de Adolf Hitler pretendían trucar
y engañar a los deportistas como Jesse Owens. En una prueba de salto de
longitud llegaron a penalizar, hasta en tres ocasiones, al deportista
afroamericano por pisar la línea roja desde la que se debe iniciar la prueba
tras coger un determinado impulso. Long no solo era su rival deportivo sino
que, además, pertenecía al equipo alemán. Pues bien, este deportista advirtió a
Jesse Owens de las trampas a las que le estaban sometiendo y le aconsejó saltar
en una posición considerablemente más atrasada a la línea roja. La consecuencia
de todo aquello fue el triunfo y la obtención de una medalla de oro). El 5 de
agosto en 200 metros lisos; finalmente, junto al equipo de relevos 4 x100
metros conseguiría su cuarta medalla el 9 de agosto de 1936.
Este
ejemplo demuestra que la idea original del deporte se ha visto amenazada y
conquistada por otros aspectos como la política, la economía o incluso la guerra. Curiosamente, existe una relación
directamente proporcional entre la fama o el impacto que causa en un país un
determinado deporte con el grado de
prevaricación y corrupción del hombre. Un claro ejemplo de ello es el fútbol. Aunque
no se puede decir que es, exclusivamente, el deporte más practicado y conocido
del mundo (también se encuentran deportes semejantes como el baloncesto o el
atletismo) sí que es uno de los más afectados y contagiados por dicha
enfermedad.
El
fútbol es un deporte de “contacto físico” cuya violencia es palpable. Aunque es
uno de los deportes más antiguos del mundo, se constató como deporte oficial
alrededor del año 1900 (entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX).
Se trata de un deporte claramente
agresivo que desata furia, ira y agresividad.
Tanto
es así que en el año 1314 se realizó la
primera prohibición de este deporte para evitar la creciente ola de violencia
que producía. Posteriormente, se volvió a degradar en el año 1885 en un
encuentro entre dos equipos ingleses, los cuales acabaron sumergidos en una
inmensa disputa física.
Sin embargo, la violencia no solo se expresa mediante actos.
Antes, puse de manifiesto que es un deporte que desata un considerable grado de
agresividad, pero no hacía alusión, exclusivamente, a las agresiones físicas (que
por supuesto también) sino a las agresiones verbales.
El campo de fútbol se ha convertido con el paso de los años
en un teatro romano. Las llamadas jergas lingüísticas suelen representar el carácter, “la
personalidad”, y los valores que constituyen la idiosincrasia o la naturaleza de
cada deporte. Pero… ¿Qué es lo que pasa cuando las jergas, en este caso
futbolísticas, coinciden con términos empleados e intertextualizados
procedentes de los conflictos bélicos?
Es decir, ¿qué sucede cuando se apadrinan préstamos procedentes de un
vocabulario empleado en la terminología de la guerra y lo aplicamos dentro de
un contexto deportivo como es el fútbol? En este caso, ¿hablamos de jergas
futbolísticas o de jergas bélicas? ¿Qué sucede si un deporte de estas
características se constituye como el más seguido de un país? Y si su mayor número de espectadores son
niños ¿cómo influye en la mentalidad infantil y en su posterior desarrollo
cognitivo?
Este ensayo pretende elaborar una reflexión sobre el
vocabulario que se está empleando en uno de los deportes más prestigiosos del
mundo cuyo aparente objetivo es el de
mejorar las cualidades sanitarias del individuo. Este lenguaje puede actuar
como una especie de virus para aquellos niños cuya conciencia es aún reducida
debido a su escasa edad. Si estos
términos se asientan en el corazón de su capacidad lingüística pueden
condicionar las bases que conformaran en un futuro su personalidad. Y,
evidentemente, no será una personalidad pacífica sino agresiva. El antivirus
nacional de la lengua, también conocida como Real Academia Española, debe
evaluar estas desconcertantes situaciones
y llevar a cabo una toma de decisiones para extirpar esa simbología bélica
y así evitar la devaluación de la lengua dotándola de una mayor consistencia.
“LA LENGUA ES ALGO MÁS QUE UNA HERRAMIENTA”
La
ignorancia de un gran sector de la población con respecto a la lengua ha
fomentado el desarrollo de una concepción vacía y despreocupada de la misma.
Quien siembra vientos recogerá tempestades, es decir, la adaptación de una
actitud pasiva ha suscitado la aparición de enfermedades lingüísticas cuyo
crecimiento descontrolado ha conseguido sepultar el valor de la propia lengua.
Una
opinión generalizada afirma que la lengua es un sistema de ruidos aleatorios
que proporcionan una cantidad mínima de información al receptor. No importa si
el modo o el medio de transmitir ese mensaje es el correcto porque no
interrumpe ni intercepta la idea que se quiere dar a conocer. No obstante, ésta es una concepción totalmente errónea y
confusa del papel que desempeña dicho sistema de signos. Todos los elementos
que intervienen en cada intercambio de información (desde la construcción de estructuras
sintácticas hasta la modalidad que emplean los distintos hablantes) delatan la
intencionalidad que cobra ese mensaje. En otras palabras, la lengua refleja la
forma en la que se compone el pensamiento humano. Si solo nos centramos en el
estudio del mensaje como tal, la información estará incompleta.
Más
allá del pensamiento que sitúa a la lengua como un instrumento o herramienta matemática,
no cabe duda de que, la funcionalidad de la lengua está siendo deteriorada.
Mediante este sistema de signos, el ser humano pretende expresar o, al menos lo
intenta, los sentimientos que le invaden. Desde una temprana edad, el hombre
actúa como una especie de esponja que absorbe todo lo que oye. Se empapa de la
forma y las palabras que se utilizan o
se mueven en su contexto. Es decir, las palabras condicionan la personalidad
que va a adoptar el individuo.
Resulta
difícil creer que la lengua es sólo una herramienta cuando condiciona el modo
de actuación de las personas. Si estos individuos se encuentran sumergidos en
un contexto de pobreza lingüística que carece de filtros, acabarán por adquirir
y establecer esa pobreza dentro de su
propia personalidad.
Además,
la lengua también es un método de respuesta ante una serie de causas. Por ejemplo: Uno de los pilares básicos de la
postguerra española fue la censura o, incluso, la prohibición del uso de
algunas palabras. La literatura era perseguida y asesinada. Algunas
composiciones musicales fueron encarceladas en las paredes del olvido junto a
su autor. Es decir, tanto la lengua oral como la lengua escrita fueron
perseguidas por “transmitir solo una determinada información”.
Cabe
la posibilidad de que, en los orígenes
más primitivos de la lengua, ésta no fuera más que un medio para
compartir una información básica y necesaria. No obstante, con el paso de los
años, el grado de complejidad y desarrollo de la lengua es inmenso. Es
inadmisible considerar que la lengua no influye en el comportamiento de las
personas porque, precisamente, este sistema de signos constituye el reflejo del
pensamiento humano. La lengua es algo más que una herramienta matemática. La
lengua forma parte de nuestro ser así como nosotros formamos parte de ella.
CÁNCER
LINGÜÍSTICO: LA LENGUA ESTÁ TOCADA Y CASI HUNDIDA
El
cáncer, por definición, es el crecimiento incontrolado de células que se
produce en una determinada parte del cuerpo. Es una enfermedad de carácter negativa que conquista y engulle a un ritmo
avanzado las células y los órganos del cuerpo. Cuando se hace una mención al
término “cáncer lingüístico” nos referimos a esa serie de fenómenos ajenos que
se apoderan y destruyen la correcta estructuración de una determinada lengua a
un ritmo descontrolado.
Preservar
la transparencia e identidad de un sistema de símbolos es sinónimo de proteger la cultura nacional. La forma en la que ha
evolucionado la lengua, cómo se estructura, qué elementos ha descartado o qué
elementos ha mantenido, pone de manifiesto el vínculo de un determinado pueblo que se identifica
con su lengua.
Sin
embargo, cuando aparecen elementos que alteran
y trastornan esa identidad, se produce un decrecimiento de su valor
lingüístico. La consistencia de la lengua se debilita. Es decir, se convierte
en un gigante con pies de barro, pues las bases y principios que la regían han perdido esa solidez. Estas enfermedades
que se propagan a una velocidad considerable pueden atacar a cualquier órgano
del cuerpo (que es la lengua): La sintaxis, la morfología, la fonética y, sobre
todo, la semántica.
El
fenómeno lingüístico más común en estos últimos años es la consolidación de
extranjerismos (fundamentalmente anglicanos). La fuerza de la economía estadounidense,
cuya lengua oficial es el inglés, influye con un grado de importancia inmenso
en el mundo y, junto a éste, su lengua. La aventajada posición de EEUU ha
afectado a diversos sectores entre los que destaca la lengua. La terminología
española se ha visto reemplazada y sustituida por conceptos anglicanos. Ejemplo
de ello son palabras como “flash back” o “jet lag”, en lugar de retrospección y
descompensación horaria.
Pues
bien, esta mezcla y combinación de idiomas ha dejado de ser un sincretismo para
convertirse en una conquista lingüística. Este aspecto también se puede
apreciar en el ámbito futbolístico. Antiguamente, en la jerga futbolística se
utilizaban términos como “balompié” o “saque de esquina” en lugar de fútbol y
córner. De hecho, muy pocos equipos españoles emplean ya esa nomenclatura (como
el Real Betis Balompié). Aunque bien es cierto que este deporte surgió en
Inglaterra, la terminología nacional se ha visto alterada por la influencia de
EEUU y su lengua. Pero ¿Por qué ocurre esto?
La
razón de este fenómeno es la misma que se identifica con la inclusión de
palabras españolas asociadas al campo semántico de “guerra”: La ausencia de
palabras que concreten el significado que el emisor pretende transmitir. Por
una parte, sí que se han reemplazado varios conceptos que simbolizaban un
idéntico significado (probablemente por una cuestión de moda), pero, en la
mayoría de las ocasiones, la marca 0 de palabras que logran expresar toda la
carga léxica que quiero emplear se ha visto reducida. Esta reducción ha
suscitado el reemplazo por otras palabras que pueden tener una gran repercusión
negativa sobre el lenguaje y al modo en el que influye en las personas que
acogen dicho sistema de signos.
La
intriga y la curiosidad aparecen al intentar explicar por qué los espectadores
de este deporte tan prestigioso han decidido recurrir a la jerga bélica para
expresar o transmitir un mensaje. En otras palabras, qué tipo de vínculo o lazo
une la guerra con el balompié. La respuesta es aún más desconcertante: la
agresividad.
El
balompié es un “deporte de contacto”. La agresividad es palpable incluso en el
ambiente que le rodea. La guerra derrocha todo un vocabulario relacionado con
la destrucción, la ferocidad, la euforia y, en definitiva, la agresividad.
Podemos enumerar diversos conceptos que hacen referencia a la guerra y que, por
tanto, nos permiten hablar de la llamada jerga bélica: “Disparo”, “trallazo”,
“tiro”, “misil tierra-aire”, “petardazo”.
Muchos
teóricos han considerado a este deporte como una forma de liberar todo ese
enfado y euforia contenida. Es curioso como la agresividad invade al propio
lenguaje que engloba el contexto futbolístico. No obstante, la situación es tan
grave que puede provocar diversas ambigüedades lingüísticas como por ejemplo:
“Disparó al portero”. En esta oración, si no concretamos el significado
correcto que pretendemos transmitir puede darse a entender que un sujeto
omitido disparó a la persona encargada de vigilar la entrada de un lugar.
A
lo largo del tiempo, hemos podido apreciar que un partido de fútbol puede hasta
convertirse, literalmente, en una guerra. Se han utilizado bengalas y otras
herramientas arrojadizas en las que los rivales se golpeaban intrínsecamente.
Hemos visto como la política se ha hecho patente en este deporte. Por ejemplo,
la Copa de España aparece apodada bajo el nombre de “Copa del Rey” a lo que
muchos catalanes han respondido negativamente mostrando sus respectivos
traseros o mediante pitidos que manifestaran su desacuerdo. También hemos
presenciado como la economía inundaba el objetivo prioritario de este deporte:
mejorar las condiciones sanitarias del individuo. Pues parece que los
espectadores han olvidado que los equipos son empresas que intercambian bienes
y servicios para fomentar las ganancias. En este caso, los jugadores
constituyen los servicios que se intercambian en un mercado (mercado de
fichajes).
La
diferencia entre los distintos ámbitos mencionados anteriormente reside en el
grado de importancia que los espectadores asignan a cada uno de ellos. Si se
trata de política interesa a la ciudadanía pues están empleando el deporte para
transmitir una determinada ideología. Cuando aparece algún fichaje como el de
Cristiano Ronaldo, cuya suma de dinero alcanzaba los noventa y cinco mil millones
de euros, llama la atención de la ciudadanía porque repercute en la economía.
No obstante, nadie menciona la putrefacción de la lengua. Las numerosas cargas
léxicas de carácter negativo que fortalecen el impacto de la violencia en la
sociedad.
El
grado de madurez y sensatez también intervienen en el tablero de juego. Una
persona que es capaz de discernir entre un vocabulario violento o un
vocabulario adecuado puede ser capaz de filtrar dicho cáncer lingüístico. Será
capaz de razonar e impedir que niños con una determinada minoría de edad
frecuenten ese tipo de encuentros. Los niños durante su infancia son incapaces
de censurar, mentalmente, aquellos contenidos inapropiados que pueden perturbar
su mente. Actúan como esponjas que absorben todo el vocabulario de su entorno.
Una vez se ha introducido este tipo de palabras en su pensamiento, el uso de
ellas será más frecuente. Además, un lenguaje violento y agresivo puede verse reflejado en la personalidad del
individuo.
El
problema es que la cantidad de niños que asisten a este tipo de eventos es
impensable. La despreocupación de las generaciones adultas está siendo heredada por
las generaciones futuras. La aglomeración entre la inclusión de
anglicanismos y la utilización de una jerga bélico han gestado el mayor cáncer
lingüístico que padece la lengua actualmente.
Numerosos
estudios informan de que existe una relación directamente proporcional entre
aquellas personas que muestran un cierto grado de interés por los juegos de
guerra y las personas que se identifican con el deporte futbolístico. La
naturaleza de los niños durante la infancia suele adquirir de por sí un profundo
grado de violencia. Si en lugar de suprimir o disminuir esta agresividad se fomenta, la sociedad pagará las
consecuencias.
Estos
datos nos invitan a una profunda reflexión acerca de la naturaleza humana. ¿La
violencia y la agresividad componen y marcan su carácter desde su nacimiento?
Parece ser que sí. Si no se producen conflictos bélicos el hombre emprende una
búsqueda personal para encontrar un evento de características similares. Tanto
es así que convierte a su propio lenguaje en un arma ya no solo de persuasión
(retórica empleada por algunos políticos) sino en un medio ofensivo.
“LOS ANTIVIRUS NACIONALES DE LA LENGUA”
Continuando
con el símil vírico, los antivirus nacionales de la lengua tienen el deber de
sanar todo aquél fenómeno lingüístico que contribuya al decrecimiento de la
identidad lingüística propia de cada nación. En España, la RAE (Real Academia
Española) es la encargada de desempeñar dicha función. Es obvio que la norma
determina la posibilidad de emplear un cierto vocabulario u otro. La oleada de
anglicismos que han alcanzado la orilla de la lengua española es abismal. El
intento de ralentizar u obstaculizar este cáncer lingüístico es, prácticamente,
imposible. La frecuencia de esos términos se ha asentado en la rutina de las
personas que la han acogido muy gustosamente.
Sin
embargo, la enfermedad está siendo tratada con un diagnóstico inadecuado. El
objetivo de la RAE es reducir la utilización de dichos extranjerismos. No
obstante, las medidas preventivas que está llevando a cabo para anular su
expansión se han visto ineficaces. Los antivirus lingüísticos deben de generar
nuevas palabras que complementen la ausencia de significado de otras. De esta
forma, la lengua podrá competir con la precisión de las expresiones
extranjeras.
Además,
si se prolonga esta situación, la esencia latina del lenguaje español también
desaparecerá. Estamos viviendo una época de conversión de la terminología
lingüística. La RAE se dedica a transformar o a dotar de apariencia española a
palabras que son ajenas a nuestra lengua. El problema aumenta a medida que se
perpetúa la conversión, pues si adaptamos palabras procedentes del exterior de
la lengua española y las sustituimos por expresiones propias, las expresiones
que previamente usábamos quedarán obsoletas.
La
semántica española corre el riesgo de convertirse en una réplica de la
anglicana. Lo que supondrá una pérdida de la identidad. La inyección semántica
cada vez es más ardua pues no cesan de llegar numerosas palabras.
En
relación con la jerga bélica en el terreno futbolístico, es probable que la
utilización de anglicismos para designar palabras españolas no sea tan
perjudicial en determinados ámbitos. Por ejemplo, si empleamos una terminología
bélica que contribuye a fomentar la violencia social, quizás es mejor emprender
una recolección de expresiones anglicanas que, al menos, disminuyan esa
agresividad palpable en los terrenos de fútbol. El problema de la carencia
semántica de la lengua seguiría patente pero el impacto social sería menos
efectivo.
La
conclusión parece clara: Si los antivirus de un cuerpo no realizan
correctamente su función o lo hacen a
destiempo, las consecuencias para el paciente que padece esa enfermedad pueden
ser devastadoras. Lo mismo sucede con los cánceres lingüísticos. Bien es cierto
que la RAE no puede responsabilizarse de todo el saneamiento porque existen
temas de rabiosa actualidad que merecen ser tratados, no obstante, debe actuar
con la mayor rapidez.
En
cuanto a la ciudadanía, la importancia del lenguaje está siendo desconsiderada
si no olvidada. Las crisis y el auge de la tasa de paro así como la
incertidumbre política, al igual que ocurre en el contexto futbolístico,
provocan la distracción de un lenguaje que contribuye enormemente a la
aparición de distintos problemas sociales como la agresividad o la violencia.
CONCLUSIÓN
DEL ENSAYO
La
Real Academia Española debe ser la encargada de rellenar y cubrir esa ausencia
de significados que no encuentran interpretación en la lengua española. Resulta
casi imposible ralentizar y obstruir la llegada de diversos extranjerismos
(especialmente anglicanos) pues la frecuencia de los hablantes que ya la han
asimilado como parte de su glosario lingüístico es innumerable. Solo mediante
la gestación de nuevas palabras que respeten las normas de la lengua española
pueden competir con la importancia de la lengua inglesa como consecuencia de la
posición aventajada que ocupa EEUU en el mundo.
Por
otra parte, la ausencia de significados provoca la conversión y transacción de
unas palabras empleadas en una determinada jerga a otra. Como sucede en el caso
de la jerga bélica en el contexto futbolístico como consecuencia de la ausencia
semántica. Este hecho está repercutiendo enormemente al impacto social que
protagonizan la violencia y la agresividad.
Tal
vez, en algunos ámbitos, sí que se justifica el empleo de anglicismo para
evitar o eludir todas esas expresiones que incitan a la ferocidad. Entre los
ciudadanos y los antivirus nacionales de la lengua debemos concienciar a la
nación de la importancia que posee preservar la identidad lingüística ya que es
sinónimo de cultura. La lengua está tocada y casi hundida. Evitemos que se
hunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario